Llegó el otoño. Tiempos de cambios en la naturaleza. Los arboles dejan sus ropajes del verano y se preparan, en silencio, a pasar el nuevo tiempo, encerrados en sí mismos. Y a eso parece que nos abocan con los nuevos confinamientos. A encerrarnos, quizás, para aprender las lecciones no bien asimiladas.

Este “bicho” ha venido a cambiarnos la vida. A partir de ahora, ya nada volverá a ser igual. Deberemos acostumbrarnos a ir con mascarillas, a separarnos de los demás, una distancia prudente y, a mirar dentro de nosotros mismos.

Quizás para descubrir todo aquello que poseíamos y a lo que no dábamos importancia, solo por el hecho de tenerlo. Como la libertad, ese bien preciado que teníamos y que ahora, no podemos utilizar en toda su extensión.

Nos obligan a estar encerrados, a movernos lo menos posible, a estar con nosotros mismos. Será hora de aprender, bien las lecciones, para no repetir curso. En eso me quedo. Para aprenderlo bien y que no me hagan repetir… A cuidarse para cuidar a los demás.

Siempre con la esperanza de que esto pasará y volveremos, con la nueva primavera, a volver a brillar como el sol que ya ha prometido, regresar en ese tiempo, con toda su luz, calor y fuerza. Todo esto, pronto pasará. Por el momento, a vivir, día a día. El aquí y el ahora.